Ruth Hidalgo

Ciudadanía Infiel

Solo le pido a Dios que lo injusto no me sea indiferente

– Mercedes Sosa

 

La democracia ecuatoriana atraviesa una crisis institucional sin precedentes. La contaminación de la corrupción ha llegado a límites tan insospechados, que toda capacidad de asombro se queda corta ante los hechos revelados, provocando una parálisis colectiva de inacción.

La confianza de la ciudadanía en las instituciones cae estrepitosamente, aumentando proporcionalmente el desapego a la democracia. Obviamente, el ciudadano se siente defraudado por el sistema democrático por el cual viene apostando elección tras elección sin resultados; y producto de ese hastío, se empiezan a ver diversas formas de” infidelidad ciudadana” con el sistema democrático. Hoy por hoy, el ecuatoriano promedio confía muy poco en la justicia; desacredita a los partidos políticos ubicándolos como corruptos, y muestra nulo interés por la  generación y promoción de espacios de comunidad social comprometida con la lucha contra la corrupción;  pues, el estado de impunidad va ganando la moral de quien quiere combatir a los corruptos.  

En este ambiente, vale preguntarse ¿Dónde están los ciudadanos? ¿Esos, que se movilizan, y que demuestran activamente su desencanto ante la situación de un país cuarteado, que amenaza con caerse a pedazos por la corrupción?  Pues bien, es muy probable que estén “haciendo política en las redes”, gozando de la comodidad de las teclas y librando batallas… en línea.

Parecería que la anomia ciudadana ha ganado a la movilización, y ha vaciado las calles y las plazas que antaño se llenaban de indignación.   La normalización de la corrupción ha producido ciudadanos apáticos que han empeñado su capacidad de presión por comodidad. Hoy, Las redes sociales son el lugar seguro desde donde se cree que se hace política –nada más falso que eso-.  Mientras la democracia reclama ciudadanos activos, los grupos de chats son los espacios de catarsis y terapia colectiva, y lo peor, es que la gente está convencida de que, con eso, ha cumplido su rol.

En estos tiempos recios del país, la democracia ecuatoriana demanda a gritos a los ciudadanos otra cosa: que lo injusto no nos sea indiferente. 

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